Alberto Berasategui, una buena persona con una gran derecha
Quiero que estas líneas sirvan de pequeño homenaje a Alberto Berasategui, por lo excelente jugador que ha sido y por lo buena persona que es (heredado, sin duda, de sus padres, Celes e Isabel).
Siempre he pensado que a Alberto no se le ha reconocido suficiente lo que ha sido en el tenis nacional e internacional. En mi opinión, su derecha (bastante poco ortodoxa) ha sido una de las cinco mejores derechas del mundo.
Alberto Berasategui, una buena persona con una gran derecha
Quiero que estas líneas sirvan de pequeño homenaje a Alberto Berasategui, por lo excelente jugador que ha sido y por lo buena persona que es (heredado, sin duda, de sus padres, Celes e Isabel).
Siempre he pensado que a Alberto no se le ha reconocido suficiente lo que ha sido en el tenis nacional e internacional. En mi opinión, su derecha (bastante poco ortodoxa) ha sido una de las cinco mejores derechas del mundo.
Llegó a ser Grupo 8 y lo que más le gusta es volear. Arbitró la final de un torneo en Jolaseta entre Javier y Emilio Sánchez Vicario. Los últimos años juega a dobles los sábados y miércoles.
Le he conocido desde que empezó en el tenis. Recuerdo que el primer torneo que ganó fue en Sao Paulo, en 1993. Un año más tarde, mi mujer y yo teníamos previsto ir a verle jugar a Montecarlo. Pero la semana anterior Alberto estaba jugando en Niza, donde estaba haciendo un gran torneo. Decidimos ir y llegamos a ver las semis y la final, porque el día anterior había llovido… Alberto ganó contra el checo Dosedel, un jugador muy duro. Le dieron hora y media de descanso antes de jugar la final. No comió más que una manzana. Entonces, sólo le estábamos siguiendo su entrenador ‘Dudu’ y su mujer, y nosotros. En la final, Jim Courier (nº1 mundial) parecía un jugador de segunda. A pesar de los calambres que le entraron a Alberto en el segundo set, ganó. Aquello fue una fiesta. Todos los periodistas querían entrevistarle. Con tanto barullo, se olvidó el trofeo en Niza. Nunca apareció. El siguiente hito era Montecarlo. Aunque le ponían coche oficial, él prefirió venir conmigo. Alberto es así.
En Montecarlo pasó dos rondas bien. Luego le tocó contra Sergi Bruguera. Alberto ganó 10-8 en el tie break del primer set. A mi lado estaba Pepo Clavet y exclamó: “ha sido el mejor set de tierra batida que he visto en mi vida”. Luego le entraron los calambres. Casi no se podía mover. A pesar de que su entrenador le pidió que abandonara, no quiso. Bruguera le ganó 6-0, 6-0. Al acabar el partido, Alberto dijo: “hay que aprender a sufrir en una pista de tenis”.
En 1994 llegó a la final de Roland Garrós. Yo estaba viendo los partidos en la tele. Llamé a quien fue su primer entrenador, Imanol Bollegui (una de cuyas principales virtudes fue no cambiarle la derecha), y nos fuimos a París. Venció a Ferreira, Pioline, Frana, Ivanisevic, Kafelnikov y, en semis, Magnus Larsson. No perdió un set hasta llegar a la final, que perdió con Bruguera, pero Alberto ya estaba satisfecho. Ese año ganó también los torneos de Sttugart, Atenas, Palermo, Montevideo, Niza, Santiago y Umag.
Culminó ese gran año clasificándose para el Masters en Hannover y acabó el séptimo del mundo. Después vino el campeonato de España. Estaba lesionado de un dedo. Otro jugador hubiera dicho que no iba, pero él jugó. Perdió contra un joven Carlos Moyá. En 1998 ganó en Estoril (6-1, 6-1 a Thomas Muster y luego en el Godó hizo un torneo fantástico. Ganó a Moyá en semifinales y perdió la final contra Todd Martin.
En cuanto a la Copa Davis, Alberto debutó en Seúl. (Desde estas línas mando un saludo a grandes aficionados que han visto conmigo muchas Copa Davis: Mónica Losada -mi mujer-, Manolo Galé, Carlos Rozas y su mujer Silvia, Teresa Valdés y su hijo Jordi, Paco López, los padres de Sergio Casal, Guillermo y Carmen, y Salvador Vidal, así como algunos padres de tenistas como los de Emilio y Javier Sánchez Vicario, Alex Corretja, Albert Costa, Carlos Moyá, etc.).
Alberto se mantuvo durante seis años entre los 36 primeros del mundo, uno de ellos acabó el 7º y otro el 20º. Se retiró a los 28 años. Ahora, vive en Barcelona, esá casado con Arantza y tiene tres niños. Yo suelo hablar con él por teléfono. Estoy seguro de que seguirá siendo tan humilde como cuando era jugador, y le seguirán gustando los restaurantes italianos y una taza de chocolate con un buen croasán.
Ciriaco Omarrementería