Ellas También Juegan
Al comienzo del ‘lawntennis’, las mujeres de la rígida sociedad victoriana decidieron usar los modelos de las fiestas sociales en los jardines para jugar al deporte de moda.
Texto Pere Hernández
En la era victoriana, cuando el juego del lawn-tennis patentado por el mayor Wingfield en 1874 desbancó de las preferencias al real-tennis, el juego con las nuevas raquetas, más ligeras y con una pelotas más blandas, era ya tema de conversación en las tertulias femeninas de la alta sociedad, aunque el deporte no era algo bien visto por las mujeres de la época, con una vida social gobernada por un riguroso código de etiqueta.
Las mujeres de la alta sociedad jamás habían sido consideradas para las prácticas deportivas al aire libre. ni las carreras pedestres bajo el sol del verano, ni cualquier actividad física que se practicara bajo el rigor de los rayos solares, eran bien vistos porque acababan bronceando la piel, factor este que era más propio de las clases trabajadoras. en aquellos finales del siglo XiX, había una gran presión social por aparecer perfectamente peinadas y delicadas, con piel blanca y elaborados sombreros y parasoles para protegerse del sol. el juego de moda entonces era el cricket.
Todo cambió con la llegada del lawn-tennis, según constatan reseñas del momento, en las que se puede leer que era “pasatiempo apropiado” para las jóvenes. aunque se consideraba un deporte masculino, pronto en las primaverales fiestas en los jardines, las jovencitas se sintieron atraídas por la nueva diversión. la fiebre por el lawn-tenniscrecía en toda inglaterra y, mientras las damiselas alababan la conveniencia de esta práctica, las tertulias en la hora del té acababan con la misma pregunta. ¿Cómo debe vestir una señorita para jugar? la respuesta no era fácil porque no existía norma escrita (tampoco para los hombres).
Las primeras tenistas jugaron con el mismo vestido con el que iban a las fiestas. Corsés apretando los huesos, largos vestidos decorados con aspectos florales, enaguas, lazos, sombreros, guantes y zapatos más que incómodos eran la vestimenta que lucían las tennis-women. en 1886, dos años después de que maud Watson ganara la primera edición de la prueba femenina de Wimbledon tras haber tardado casi dos horas en ajustar su vestuario que incluía zapatos negros, la modista de la reina Victoria dio respuesta oficial a las demandas de una versión oficial para el buen vestir. “en tenis, cada mujer es libre para diseñarse su propio vestido”.
Aunque isabel II daba vía libre a la moda en el nuevo juego, no hubo grandes cambios en los primeros años. la sociedad victoriana era poco dada a los cambios, amaba las tradiciones y nadie quería ser la primera revolucionaria. más que diseñarse vestidos nuevos o apropiados al juego, las tenistas y sus modistas se dedicaron a decorar los ropajes con bordados y otros elementos que marcaba que aquel vestido estaba pensado para las fiestas del tenis. El sombrero, incomodísimo, se mantuvo pese a todo y Blanche Bingley, campeona en Wimbledon en 1886 jugó con guantes de seda blancos.
Las leyes del deporte vienen casi siempre marcadas por los cambios que en ellos introducen los grandes campeones, y en la moda del tenis femenino ese cambio llego en 1887. lottie dod, una escolar de apenas 15 años y que llevaba cuatro practicando con sus raquetas, ganó el primero de sus cinco títulos en el all england lawn tennis and Crocquet Club. mientras sus oponentes lucían en las canchas inmensos y poco prácticos vestidos en términos de movilidad, lottie dod fue autorizada a jugar la competición con el uniforme escolar. la niña se movía como una gacela por la pista. nadie había subido a la red antes que ella, ni jugado de volea, ni tan siquiera pegado un smash. Lottie dod no sólo fue campeona en tenis, sino que también destacó en golf, tiro con arco, patinaje, hockey hierba y cricket. “Vestía de manera que pese a su juego agresivo podía respirar”, fue uno de los comentarios tras su primera final.
{googleAds} {/googleAds}Fue precisamente eso, el movimiento, lo que llevó a la moda del tenis femenino a ir reduciendo telas y peso. no fue un proceso rápido, ni mucho menos, ya que hasta bien entrada la última década del siglo XiX seguían dominando en las pistas los vestidos victorianos de jardín con adornos relacionados con el juego aunque, eso sí, el blanco ya era una norma de etiqueta no escrita. Fue la llegada de las jugadoras estadounidenses a los grandes torneos y clubes europeos, la que marcó el inicio de los cambios. las faldas se acortaron unas pulgadas, los tejidos como el cotton piqué se fueron imponiendo, y las siluetas de las campeonas se adelgazaron enormemente. También la entrada en el mundo del tenis de los diseñadores franceses, y la fuerza que el deporte adquirió en el país vecino, propició las nuevas tendencias en moda. las nuevas tendencias tardaron en aplicarse por motivos que nada tuvieron que ver con el deporte.el parón en las grandes competiciones debido a la llegada de la Guerra mundial, dejó todo en bocetos. Fue tras la Guerra, cuando también con las mejoras en la comunicación y con el auge del tenis en muchos países, cuando se dio el salto más cualitativo, no sólo en el tenis femenino, sino en la paulatina integración de la mujer al deporte y con ello el de la moda deportiva femenina.
La Diva Suzanne y la señorita Lilí
Tras la recuperación de los grandes eventos después de la I Guerra Mundial, nadie como la francesa Suzanne Lenglen, La Gran Diva,y la española Lilí Álvarez, La Señorita tuvo una aportación más destacada y decisiva para la primera gran revolución en el mundo de la moda del tenis femenino Nacida en Compiègne, a 70 kilómetros de París, Suzanne llegó al tenis por prescripción facultativa.
Debido a su fragilidad física por un asma severo, su padre, Charles Lenglen, decidió que sería bueno para ella practicar tenis para ganar fuerzas. Su primer intento fue en 1910, en la pista de la casa familiar de Marest-sur-Matz. Disfrutaba tanto, que su padre decidió entrenarla a fondo. Uno de los métodos consistía en extender pañuelos en diferentes lugares de la cancha, y Suzanne lanzaba pelotas sobre ellos. Adornó esas rutinas con pasos de ballet, otra de sus pasiones, y con el espíritu de una gran campeona, La Diva ganó seis Wimbledon y otros seis Roland Garros. Sus partidos eran seguidos con pasión superior a los de la prueba masculina. Lucía trajes vaporoso, faldas plisadas, abrigos de pieles blancas. Era, sin duda, la Diva.
Elia María González-Álvarez López-Chicheri, Líli Álvarez, nació en el Hotel Flora de Roma, durante una estancia de sus padres españoles.
Creció en Suiza y desde niña era una atleta. Fue pionera en el tenis femenino español, alcanzando entre 1926 y 1928 tres finales consecutivas en Wimbledon Su simpatía y su belleza cautivaron en esa competición, a la que llegaba luciendo vaporosos vestidos, y saltando a la pista con pañuelos de seda de colores vivos rodeando su cuello. Las colas en Church Road para ver llegar a Lilí en los mejores vehículos descapotables de la época, ofrecidos a la española por las mejores familias de Gran Bretaña, eran las más apasionadas que se habían visto hasta entonces.